Hace cinco años | Diego A. Moreno

¡Dios!
Quítame este cáliz de encima,
que lo usaré para embriagarme mil noches
y profanarme con sinfín de baladronadas.

¡Dios! ¡Dios!
Haz a un lado esta copa dorada
que no me fue destinada;
aléjala,
manténla a kilómetros,
a millones de leguas lejos de mí,
donde mi lujuria por ambición
y ambición por lujuria no sea alimento
de un sabor dulceamargo
que no me fue destinado;

¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!
Aléjame de toda banal gloria;
aléjame de toda vanagloria;
destiérrame de lujos intransigentes;
exíliame de las corazas de oro
que perpetúan la sed de sangre,
odio y amargura;
Dios, Dios, aléjame de esta
blanda espada que corta más
que un rayo;
Dios, quítame estas cadenas
escarlatas que adheridas
a mis periferias que manipulan
cada pestañeo, cada sueño…

¡Dios, Diosito lindo…!
Esta ciudad dorada
se oxida con breves años
y me siento tan extraño,
que deseo ser una estatua de sal
sumida en una caverna,
y no,
no salir jamás.

Nunca más.

Dios…
Aparta este objeto
que materializo,
que metaforizo;
aléjalo y no dejes
que me construya,
que me deconstruya.
Aléjalo antes que sea
más tarde; que,
a mis veinticinco años
ya veo caer la tarde…

© Todos los derechos reservados.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Diego Moreno dice:

    Reblogueó esto en Kentucky Fried Lit.

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s